La presencia policial disuade a los jóvenes de hacer botellón.
La plaza de los Sitios y el monumento del Yak, en el paseo de la Constitución, estuvieron vigilados toda la noche. Los jóvenes buscaron otros lugares alternativos, como la glorieta del Esperanto.
Los jóvenes zaragozanos que decidieron hacer botellón en la noche del viernes lo tuvieron más complicado que de costumbre. Aunque siempre hay presencia policial en los lugares habituales donde se lleva a cabo esta práctica, dos de los puntos de Zaragoza más castigados por el botellón estuvieron especialmente vigilados el pasado viernes: la plaza de los Sitios y el monumento a las vÃctimas del Yakovlev, en el paseo de la Constitución.
La presencia policial se hizo notar este fin de semana para evitar que se repitieran las escenas del sábado pasado, cuando una concentración masiva de jóvenes en la plaza de los Sitios, que celebraban el comienzo del curso universitario, creó una cantidad de deshechos pesada en 800 kilos.
Aunque desde el Ayuntamiento no lo confirman, la noche del viernes estuvo mucho más vigilada de lo normal. Antes de las 22.00, dos furgones de la Uapo (Unidad de Apoyo a la PolicÃa Local) ocuparon la plaza de los Sitios, para evitar asà que las pandillas montaran allà su campamento. Dos parejas de agentes daban vueltas alrededor de la plaza cada cierto tiempo para controlar que todo estuviera en orden.
Aún asÃ, algunos se atrevieron, aunque tÃmidamente, a sentarse en los bancos más alejados del centro de la plaza -donde se encontraban los vehÃculos policiales- y a abrir unos botellines de cerveza. “Estamos aquà porque viene toda la gente de nuestra edad y porque con lo que bebo en un bar por cinco euros aquà tengo más del doble”, explicó Ignacio Bernad, un joven de 18 años que, junto con sus amigos, miraba de reojo por si los agentes se acercaban. “Si no, nos tocará correr”, comentó.
Otro de los puntos clave es el paseo de la Constitución, en el monumento en honor de las vÃctimas del Yakovlev. Pero el viernes tampoco fue un lugar de encuentro para los jóvenes. Una patrulla de la PolicÃa Local se encargó de que nadie ocupara la zona. Dos agentes montaron guardia durante varias horas.
Cerca de allÃ, en la glorieta del Esperanto -trasera del hotel Boston- se encuentra un tercer lugar conocido por todos como espacio de botellón. Dos bancos de madera colocados uno frente a otro en un pequeño jardÃn sirven a los jóvenes como mesa. Alrededor de las 23.00 solo habÃa un grupo de chicas y chicos, de entre 18 y 21 años, que disfrutaba entre copas de la compañÃa de los amigos. Conforme avanzó la noche fueron llegando más grupos, probablemente porque los que ya estaban allà les avisaron de que no habÃa rastro de la PolicÃa por aquella zona.
MarÃa OrtÃn y Ana Robredo, de 20 y 18 años respectivamente, son dos chicas que el viernes salió pronto de casa. “Hemos quedado a las 21.45 para poder comprar la bebida antes de las 22.00″, explicó Ana. Pertrechados con vasos, hielos, pajitas y varias botellas de alcohol -una para cada tres- y refrescos para combinar, los diez jóvenes se dirigieron hacia la plaza de los Sitios.
Es su lugar preferido para beber porque la mayorÃa de sus amigos también van allÃ. Según cuentan, el sábado pasado no fue una noche de botellón normal. “HabÃa mucha más gente que cualquier otro sábado porque se habÃan acabado las vacaciones y corrió la voz de que esa noche todo el mundo irÃa”, explicó Ana.
La noche del viernes fue diferente. TenÃan pensado estar allÃ, pero al ver a los agentes decidieron irse al paseo de la Constitución, para acabar finalmente en la trasera del Boston.
“Entiendo que se molesten porque lo dejamos todo hecho un desastre, pero como si viene la PolicÃa nos tenemos que ir corriendo, no da tiempo a nada”, explicó MarÃa, aunque reconoció que tampoco estarÃa muy por la labor de hacerlo. Pero no hay que generalizar y entre los jóvenes hay opiniones para todos los gustos. “Siempre que puedo, recojo, al menos lo que yo he ensuciado”, comentó su amiga Ana.
Además de porque es más barato hacer botellón, este grupo añade otro motivo. “Nos gusta beber en la calle, se está tranquilo, hablando, sin la música ni el ruido de los bares”, argumentaron. Comprenden que según en qué zonas hagan el botellón pueden molestar a los vecinos, pero también plantean posibles soluciones. “En otras ciudades han hecho espacios habilitados para beber, asà que aquà podrÃan colocar una carpa, por ejemplo, en un lugar aislado, donde no molestemos a nadie”, comentaron. Otros apuntaron que si los precios en los bares fueran más asequibles no beberÃan en la calle.
Ordenanza cÃvica
Frente a las opciones que los jóvenes aportan como alternativas al problema, el Ayuntamiento ha propuesto otras soluciones. El pasado dÃa 26 se celebró una junta en la que se aprobó la creación de un grupo de trabajo para elaborar una ordenanza cÃvica, que se espera que esté lista en un plazo máximo de dos meses. Entre otras cosas, este documento regularÃa las sanciones derivadas de varias actividades, entre ellas beber en la calle. AsÃ, estudian multar los efectos del botellón (suciedad, ruido, alteración del orden público, etc.) con cantidades de entre 600 y 2.000 euros, en función de la reincidencia y la gravedad de los hechos.
Esta ordenanza no será tan exhaustiva ni coercitiva como la de Barcelona y está orientada a asegurar la convivencia de los zaragozanos y a proteger los bienes jurÃdicos (mobiliario, plazas, jardines, etc.). Es decir, los castigos tendrán su origen en los efectos del botellón y no tanto en su celebración. De hecho, no se prohibirá como tal. Sin embargo, sà se actuará si este acto lleva aparejado la alteración del orden público, el ruido, los actos vandálicos o la vulneración de otras ordenanzas como la de la limpieza.
El castigo será bien una sanción económica o la prestación de servicios a la comunidad, como, por ejemplo, la limpieza de las zonas ensuciadas. Esta experiencia ya se ha llevado a cabo en otras ocasiones y los técnicos la consideran más positiva incluso que las multas económicas. También se plantea que a los jóvenes que incumplan la ordenanza, se les obligue a participar en programas en los que se les expliquen los efectos nocivos del consumo de alcohol y drogas.
De momento y a la espera de una solución que respete los intereses de todos los implicados, la imagen de los fines de semana zaragozanos es la misma: PolicÃa rastreando las zonas de botellón, jóvenes que huyen al ver las luces y vecinos molestos por los ruidos de la noche y la suciedad de la mañana.
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